Go ahead. Una buena forma de abrir el evento son las efectivas Gyozas y la sabrosa salsa de acompañamiento con gusto dulce avinagrado. Esta empanadilla de carne y verdura es una buena opción tanto en su versión frita como en la cocinada al vapor (Dim Sum) que se sirve en cesto de mimbre.

Continuamos, como no podía ser de otra manera, con un poco de Sushi tanto en su versión Nigri (la pieza de pescado sobre un taco de arroz) como en Maki (enrrollado en un alga). Y ambas aderezadas con Wasabi en soja y, al menos para mí, con un poco de jengibre siempre gana en aroma. Destacar que la forma correcta de hacer Sushi establece que se debe untar un poco de Wasabi entre el taco de arroz y la pieza de pescado en el Nigiri. Esta directriz a mí personalmente no me gusta. Prefiero añadir Wasabi solo en la salsa de soja. Concretamente en el TEI no se lleva a cabo esta práctica, debido tal y como nos confirmaron en la sobremesa, a que no era del gusto de los comensales españoles, ni europeos en general. Recuerden que ya semos uropeos...


No tuvimos suerte y en esta ocasión no había la mejor de las piezas de Sushi que se pueden degustar en un oriental, el Toro marino. Este viene a ser el solomillo del Atún. La parte lateral del pez, con una texturta muy tierna y un color diferente a los otros Sushis de Atún Rojo. Es caro, pero muy recomendable consultar si disponen de este manjar, que suele encontrarse por lo general fuera de carta.
Si te gusta mucho el pescado crudo y ya te has acostumbrado al Sushi, ya estás preparado para el siguiente nivel. El Sashimi es simplemente eso, percado crudo con rábano en tiras, que tiene una misión más decorativa que otra cosa. Siempre con su Wasabi en soja y mi condimento predilecto, el jengibre. El picante ha sido tradicionalmente un desinfectante para este plato que nació en los muelles de Tokio como comida rápida para los trabajadores del puerto. Raciones de algo de proteina sobre hidratos en forma de arroz. Pero lo realmente suculento es el pescado solo, siempre que puedas permitirte sentarte frente a una mesa y no tener que reponer energías para seguir descargando mercancias de un navío meracnte.

Llega el plato estrella de la noche, el Sukiyaki. Esto, perdónenme la expresión castiza, viene a ser una sopa castellana de toda la vida, pero aún con más alimento. Hecha a base de carne muy tierna y en tiras muy delgadas (de aspecto similar a un carpaccio, algo más grueso, que después se cuece en el caldo), fideos, setas, tofu, hierbas aromáticas, y un huevo crudo batido por si desea mojarse con los palillos. Su preparación es todo un ritual y cuando se pide un Sukiyaki tu mesa se convierte en objetivo de la curiosidad de los comensales del resto de las mesas. Se trata de un plato con mucho alimento y que en caso de que solo contemos con dos comensales, es recomendable pedir solo este plato con un entrante o dos como mucho. Este no era el caso...


La traca final consistía en un plato sencillo e igual de efectivo que las Gyozas, el Yakisova. Unos tallarines finos, no tanto como los transparentes de arroz, pero tampoco tanto como los Udon con sopa. El Yakisova, pese a ser un plato de carne y marisco, no resultó sufiente en esta noche capitalina, con lo que con permiso de los lectores, aún prolongaremos un poco más esta crónica así como nosotros lo hicimos con nuestro particular festín.

Aún ávidos de protagonismo para con el resto de las mesas, decidimos pedir otro de esos platos cuya preparación atrae el interés del resto de la mesas del comedor. Se trata de Pato Laqueado. Cuado los camareros van desmenuzando el animal (se puede pedir uno entero o medio y solo se debe pedir uno entreo a partir de tres comensales) parece como si esta especie no tuviese más que los huesos justos en su anatomía para sostenerse en pie y nadar un poco en su lago.

De la gran cantiad de carne que se extrae se van haciendo rollos con unos crepes untados con una salsa de sabor muy similar a la BBQ y con unas hierbas de Yuca. Tras este plato ya podemos dar paso al mejor momento de la noche.


Una vez degustados los rollitos, para los cuales que nadie piense mal, los camareros no entran en contacto con sus mandos ni una sola vez, todo lo hacen con cuchillos, tenedor y palillos, pues pasamos a la fase final. Esta consiste en una sobremesa que dura al menos lo mismo que lo ha hecho la cena. Cuando has ido al TEI un par de veces ya has puesto en marcha su mecanismo de fidelización. Kotler, McCarthy o el mismo Al Ries estarían orgullosos de esta mercadotecnia. Siempre te reciben con besos y abrazos, por teléfono ya te reconocen. Tienen algunas sorpresas reservadas, como un salón especial para cuando el grupo es muy numeroso, y algunos ritos como el que aconteció esa noche. Poseen estuches con palillos de hueso numerados para asignarte y que así queden reservados para tí. Han sido muchos viernes y muchas sobremesas. Cumpleaños con regalo, y la famosa y golosa tarta de chocolate de cortesía.
Cuando terminas de cenar en el TEI, los camareros suelen conocer de memoría cual es tu copa preferida. A cada unos de los comensales se le sirve una copa de balón con la botella de alcohol de su elección, un refresco, una hielera que van rellenando e incluso un poco de zumo de limón exprimido. Todo esto acompañado de unas nueces garrapiñadas, que no se que tienen, pero pese a estar saciado de comida, suelen siempre hacerse con un hueco en tu estómago. Tras una cena acompañada por la cerveza japonesa, Shaporo, se empieza bien con la primera copa. Pero en el TEI siempre te van sirviendo refrescos para que continues tomando copas. Con lo que lejos de invitarte a continuar la fiesta en otro lugar para aprovehcar tu sitio con otro turno de cenas, te dejan a tu aire mientras el personal del restaurante toma vino en la barra. Son grandes amantes del vino español, el restaurante está lleno de botelleros.

A través de este texto habréis podido haceros una composición de lugar, no obstante, viendo mi expresión (si la distinguís entre la "frondosidad") podréis añadir algunso matices sin duda. Una imagen vale más que mil palabras. Por cierto, nos invitaron a todas las copas, entre dos y cuatro según persona y ritmo de gaznate.

Durante la sobremesa los dueños del restaurante se acercaron a charlar con nostros. Al fin y al cabo eramos los únicos clientes que permanecíamos en el comedor. Son grandes profesionales, muy aficionados, como he comentado, al vino. Pudimos hacerles un par de recomendaciones del basto cosechero español. Esta gente asisten a cursos e imparten clases. Son todo un árbol genealógico de discípulos y maestros. En Madrid hay una gran comunidad china, se distribuye periódico chino, lo que les ayuda a estar conectados a la hora de seleccionar proveedores y trabajadores. Estábamos en frente de una familia entera dedicada a la restauración en las Islas Canarias, Madrid y cual fue nuestra sorpresa... también en nuestro Santander natal. Sí, Mei, la metre del TEI es prima del dueño del único restaurante japonés de Santander, por lo que decidimos inmortalizar el momento junto a la chica más guapa que teníamos a mano. El restaurante santanderino en cuestión es el Sakura, pero eso es otra crónica... digo otra historia!!

Muy bien Mon, una crónica cojonuda. Con su porción de cultura incluida. No es que quiera ir a ese restaurante, es que lo necesito!!!.
ResponderEliminarGran cronica monchi....un sitio de obligada parada en madrid para comenzar una buena noche de fiesta....
ResponderEliminarBufff, primer restaurante que voy a pisar en cuanto vaya a Madrid! Yo también quiero palillos personalizados!!!
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