Después de invertir el viernes en una sabrosa cena de pescaíto y frituras en “La Relojera”, en el puerto de Marbella, el sábado llegó lo realmente bueno. Para ello, primero hubo que pasear un poco por el mercadillo de Nueva Andalucía y después por Puerto Banús, porque es lo que hay que ver en Marbella (pese a que lo realmente bonito está en el casco viejo) y porque no se puede llegar sin hambre a una buena comida (aunque pensándolo bien, es peor llegar sin hambre a una mala comida… ya sabéis lo que dicen del pan duro).
Cuando los estímulos vagales se hacían ya perceptibles, arribamos al restaurante de Eddie y Marisa.
Marisa es la tía de Manu, que regenta un restaurante a pie de playa y ofrece su sonrisa a todo el que entra. Nosotros, como íbamos recomendados, recibimos además una deliciosa ración de croquetas de pescaíto y unos calamares fritos (rabas, en su traducción) de calidad.
Allí estuvimos disfrutando de la terraza un ratillo, pero teníamos un compromiso que nos esperaba. Una comida árabe en Casa de la Era.
Casa de la Era es uno de los restaurantes con más encanto donde puedes aterrizar en Marbella. Se encuentra cerca de la carretera de Ojén, en la ladera del monte, con vistas a la playa. Su acceso semiescondido ya te hace pensar que estás llegando a un sitio especial. Allí nos recibieron Paco y Mamen, los dueños y padres de Manu, con su calidez y el cariño que hacen que cualquier comida siente mejor.
Nuestra mesa estaba preparada y el menú estaba predecidido (Cocina Marroquí), de manera que no hubo que estudiar la carta (y nos quedamos sin probar el rabo de toro o los huevos Casa de la Era, que están entre sus especialidades).
Tomamos de primero una pastela, que es un hojaldre relleno de pollo con azúcar glass y canela. Entramos con hambre, pero algunos con lucidez se guardaron para el plato fuerte: el cuscús de cordero, que venía, como tiene que ser, con salsas de garbanzos por un lado y pasas y dátiles por el otro.
Mientras estábamos trabajando con ambos carrillos simultáneamente para dar buena cuenta del manjar, apareció Marisa, que venía desde su restaurante expresamente porque, según nos dijo, se había acordado de un chiste y tenía que contárnoslo.
- Doctor, doctor, estoy preocupada: mi marido no me come nada.
- Y eso?
- No, si, eso sí.
Al final fueron más de uno, y mientras iban surgiendo se terminó el cuscús y llegaron los dulces árabes, y como les debió parecer poco sacaron algo de tarta de fresa (exquisita), de bizcocho borracho con chocolate (estoy insalivando al recordarlo), todo para combinar con el té...
Finalmente, tuvimos que utilizar una copichuela como digestivo para poder hacer el esfuerzo de llegar a la playa a echar la siesta.
Bien Tomasete bien. Asi me gusta, estrenándote con buen pie. Tiene pinta de ser un restaurante precioso. Eso si estaria bien que pusieras un mitico "como llegar".
ResponderEliminarMe temo que el link a la web es lo mejor que puedo aportar... Por si acaso, os lo cuento.
ResponderEliminarSegún vas por la carretera, te desvías en la salida de Ojén (Ojéeen!!), allí en la rotonda en lugar de bajar a la ciudad, subes hacia la montaña (hacia Ojéeen!!).
El restaurante está a pocos metros a la izquierda, pero como hay un murete que separa ambos carriles, tienes que pasarlo de largo hasta conseguir hacer un cambio de sentido. A la vuelta, la salida está a la derecha, y es fácil pasársela de largo.
Una buena rampa para abajo tras la salida (unos 50m) y ya has llegado al restaurante del encanto!
Entendido perfectamente,muy buena pinta Tom, habra que organizar el I Southern Spain Gastronomic Tour urgentemente
ResponderEliminarUn chiste para animar futuras salidas gastronomicas:
ResponderEliminar- doctor,doctor,que tengo?
- Tiene usted el mal de Robertson
- y es grave?
- estamos investigando,señor Robertson