Lo primero al entrar es ojear el ambiente, paisanos con el vermuth de mediodía, familias con cochecitos y niños berreando en el comedor y algún grupo de amiguetes. Y allí que nos sentamos y empezamos a ensalivar mientras nos preparábamos para la carrera de fondo.
La carta, tan tradicional como el sitio en si mismo, ambienta los platos en recetas de toda la vida del Valle de Cayón, básicamente podría decir que nos emocionamos tanto que el camarero nos quitó un plato de la selección porque nos habíamos pasado 4 pueblos. Al final, y a pesar de las recomendaciones del que nos sugirió el gentil lugar, nos decidimos por las croquetas, las mollejitas encebollás y la carnaza. Yuuuuhu!
Pues todo estaba muy rico, aunque hay que decir que las croquetas caseras estaban un poco faltas de carne,

pero cuando llegaron las mollejas salió la churripandi que llevamos dentro y empezamos a mojar la salsita, Veáse la cara de satisfacción de alguno…jaarrr

Amén de las jugosas mollejas de inocente corderillo, había que hacer sitio, muuuuuuuuuuucho sitio, porque habíamos elegido el gran plato: ER CHULETÓN!
No hay fotos de pre, porque el camarero nos lo había enseñado previa sartén y para hacer idea del tamaño, a mi me recordaba a los chuletones que le pasan por la cabeza a Homer Simpson. Lo único es que elegimos chuletón de buey y parece ser que la carta está tuneada, porque donde dice “buey” en realidad quiere decir “vaca vieja”. Vaca vieja!!! Ahí, con toda su grasa vieja que yo me comí! Veáse la cara del comensal al descubrir el origen cárnico.
Pero estaba muy rica, eso sí. Un chuletón de bandera.
Nuestro querido y crítico culinario Gonzalo pidió cordero lechal.
Y así para disimular de hombre sano se decantó por un postre ligero y digestivo, sorbete de manzana. Como el que pide para merendar un trozaco de tarta y al café le echa la sacarina.
Nosotros ya no podiamos ni movernos al cuarto de baño, así que de perdíus al ríu, y tarta de queso casera para coronar.

Creo que engordé 3 kilos en una tarde, pero salí más feliz…
Somos la vaca vieja y yo. La vaca vieja es la de la derecha.
Y hasta aquí, queridos amigos, la crónica culinaria de hoy. Chinpún!















Acto seguido me traen la tremenda ensalada. Me sirven un plato (foto) y todavía quedan 3/4 en la fuente. Pienso para mis adentros si seré capaz pero hoy me veo con hambre y dado que está buenísima no queda nada de ella. El pulpo es de buen tamaño y está en su punto, ni muy correoso ni muy blando. Por otra parte los langostinos no tiene gran tamaño pero todo ello junto con una buena vinagreta hace que la ensalada sea una buena elección.
Atiendo una llamada de telefono y ya veo aparecer el atún rojo. De nuevo la ración es muy generosa y los temores de si podré con ello revolotean por mi cabeza. Viene acompañado de espárragos verdes, tomate, cebolla pochadita y una poco de berenjena. El punto es perfecto, marcado por fuera y rojo por dentro. Mis temores se esfuman al momento, está delicioso y tranquilamente lo voy degustando hasta que se acaba. El maitre me pregunta si me ha gustado pero al ver al plato desértico sonríe y se da cuenta de que si.
Como postre me dejo aconsejar de nuevo y pido un helado de orujo sobre terrina de sabao borracho del propio orujo. Para mi gusto genial. Me encantó. Como colofón un chupito invitación de la casa.
La cuenta sale a 42 euros. Teniendo en cuenta la calidad, cantidad y buen trato recibido me parece correcto y me voy feliz y contento. Sin duda estamos ante un sitio recomendable donde es muy difícil fallar.