A pesar de todo, decidimos parar a comer ya de vuelta a la tierruca, en la Taberna El Cuevano, en Pola de Siero, regentada por Jose, un simpático y encantador vallisoletano, que anteriormente trabajaba entre fogones en el Hotel Ritz de Madrid, y que harto de la vida en la capital, cogió un mapa, cerró los ojos, puso el dedo al azar y lo posó en Pola, donde se mudo con su pareja y abrió este negocio hace ahora 5 años.
Jose, músico aficionado, suele organizar frecuentemente conciertos folkis, y en sus paredes cuelgan algunos instrumentos (gaita, tambor, dulzaina, rabel, etc) a disposición de todo aquel que quiera tocar unos temas, que por cierto es lo que hicimos mientras tomábamos unas cañas.
Ya en la mesa, uno de mis acompañantes, más asiduo a este local, decidió el menú, al cual los demás estuvimos de acuerdo. Para beber, aparte de mucha agua, pedimos dos botellas de un Ribera del Duero, bastante rico la verdad, y del que no recuerdo el nombre ahora mismo.
De entrante, una bandeja de cecina, con su chorrito de aceite, pero en su justa medida, para que realce el sabor del embutido, no para bañarlo. Muy buena ración y muy rica, la verdad.

El segundo entrante fueron dos ensaladas de escalibada con gambas, lechuga y tomates cherry. Estaba también buenísima y muy bien presentada. A estas alturas, uno de mis colegas ya había pedido salir a la simpática y paciente camarera 7 u 8 veces, sin éxito.
Y como colofón, el plato estrella: el coletón, que como viene siendo habitual en los restaurantes, venia cortada en filetes en el plato, para que cada cual lo haga a su gusto en la piedra que se coloca en el medio de la mesa. Para sazonarlo, también al gusto, un cuenco de sal Maldon.

El plato de carne venia acompañado de una buena ración de patatas fritas y pimientos verdes. La verdad es que todo ello esta riquísimo, y la carne súper tierna, de las mejores que he probado últimamente (nota mental: no volver a hacer crónicas a la 1 de la tarde).

A los postres ya estábamos un poco llenos, pero yo no me pude resistir a pedir el clásico queso con nuec…..ah no, que eso es lo que pide el señor presidente, jejejeje. Yo me decante por el requesón, que venia muy bien presentado en una copa, y acompañado de tres pequeños cuencos con miel, mermelada de frambuesa y con virutas de caramelo, para echar al gusto. Un sobresaliente para la presentación.

Para finalizar, los cafés y los chupitos, esta vez orujo de hierbas y crema de orujo, en dos botellas pequeñas, para echarnos lo que quisiéramos. El precio final fueron 20 euros por comensal, y señalar que el trato fue excelente en todo momento. Personalmente, en cuanto tenga la oportunidad, volveré. Lo recomiendo a todo aquel que se acerque a la zona central asturiana.
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