Lo primero que nos llamó la atención fue la coqueta terraza/jardín que hay a la entrada, que nos permitió disfrutar de unas cervecitas frías, unas olivas y una tapita cortesía de la casa mientras nos daba el solecito. Se estaba realmente a gusto.
Una vez llegado todo el mundo entramos y nos sentamos a la mesa. El comedor no es muy grande pero lo suficiente para un buen grupillo y está decorado con un montón de fotos, recortes, instrumentos musicales y libros. Casi parece el salón de una casa, al visitar este restaurante da la sensación de que te acojen en familia.
Bueno pues vamos al tema. La pitanza: Para compartir pedimos una rica cecina con su aceitito, que junto con el Pan de Orzales se convierte en una combinación ganadora.
Una ensalada de brotes con queso de cabra. Otra combinación que personalmente me gusta mucho.
No podían faltar unas croquetas. Ya se lo que estaréis pensando algunos de vosotros... "que obsesión tienen estos chavales con las croquetas". Si, hemos de reconocerlo, siempre acabamos pidiéndolas. Pero a nuestro favor diré que, como no podia ser de otra manera, en esta ocasión eran caseras, hechas con jijas y estaban cojonudas.
Para terminar los platos compartidos, nos decidimos por uno de los mejores cocidos campurriano que he probado en mi vida. No soy un experto en cocido pero a mi este me supo a gloria.
Como platos fuertes: Chuleta de ternera de muy buen tamaño y rojita por dentro. No era día de minimalismos ni sofisticación como podéis comprobar.
Chuletillas de cordero bien hechas y con su inseparable ración de patatas como dios manda.
Para acabar no podían faltar unos buenos huevos de casa con patatas y chorizo. Me encanta ese color amarillo intenso de la yema. Como mi abuela no los hace nadie pero estos tenían una pintaza.
De los postres no pondré fotos pero comentaré que todos cumplieron con nota. Pedimos arroz con leche, mousse de limón, flan y un poco de queso manchego para el de siempre (aplíquese en este caso la misma problemática que con las croquetas).
Para beber un sencillo Viña Alkorta crianza del 2007 que resultó perfecto para la ocasión. Incluso nos invitaron a la ultima botella. Gran detalle si señor.
Todavía no he comentado que, aunque parezca mentira, lo mejor de este restaurante no es la comida. Lo mejor sin duda es la atención y la amabilidad con la que tratan en todo momento. Un 10 sobre 10.
El montante final fueron 33 euros persona contando con las consumiciones de la terraza. Teniendo en cuenta que nos pusimos hasta arriba de bebida y de comida 100% casera lo veo más que bien de precio.
En resumen, encantado en todos los aspectos: servicio, ambiente, calidad y cantidad